top of page

 

Un festival de sensaciones

 

Marina Fernández

 

No sé si fue la larga caminata bajo un caluroso sol otoñal o el bochorno al ver que me había perdido por Sevilla después de cuatro años en esta ciudad, aunque me inclino más por el siguiente factor:  un paladar inquieto, impaciente por percibir distintos sabores, texturas y aromas de los cinco continentes. O quizá una mezcla de todo, pero al igual que la música  amansa a las fieras, vislumbrar al fin el Festival de las Naciones consiguió paliar los rugidos que emitía mi estómago.

 

Nos presentamos una tarde cualquiera de octubre en el Prado de San Sebastián mi paladar y yo, expectantes. Paseé entre el entramado de calles que formaban los puestos, cada uno perteneciente a un país. Egipto, con el aroma de sus inciensos envolventes y los tapices multicolores; Marruecos y su asador de carne, el fuerte olor a especias que tentaba a mi olfato sin piedad; China y la peculiar hospitalidad de su gente invitándome a probar una pequeña ración de su arroz tres delicias; y un poco más hacia delante, Sudáfrica. Éste en concreto llamó mi atención cuando vi un cartel que rezaba: “Montadito de cocodrilo”. Después de unos minutos de debate entre mi paladar y mi sentido común - si es carne de cocodrilo, ¡cómo me voy a comer eso!-, me sorprendí pagando cinco euros por aquel exótico manjar. Crujiente y sabroso, diferente a todo lo que había probado anteriormente, jamás pensé que llegaría a degustar esta especie.

 

Mientras devoraba cual caimán que acaba de capturar a su presa, proseguí mi aventura gastronómica entre las distintas callejuelas, en busca de nuevas sensaciones. Grecia, Italia, Paraguay, Argentina, Chile… Olores y más olores, a cada cual más apetitoso, alimentaban mi pituitaria, asomando la nariz en cada puesto con la esperanza de recoger todos los aromas y alimentarme de ellos. Seguí mi recorrido hasta que otro cartel interrumpió el curso de mis pensamientos: “Carne de canguro”, en Australia.

 

 

Festival de las Naciones 2013 en Sevilla

  • Wix Twitter page
  • Wix Facebook page
  • Wix Twitter page

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En contra de las leyes de la naturaleza, el canguro derrotó al cocodrilo

A pesar de ello, la espera mereció la pena: de textura suave, casi como el terciopelo, no demasiado dulzón, se trataba de un cacao con carácter, intenso, explosivo, que puso en alerta a todos mis sentidos. Me senté frente al puesto para observar a la gente y la expresión de sus rostros al probar tal delicia, para concluir que compartíamos la misma sensación.

 

Como colofón, me permití el lujo de tomarme un par de mojitos de exquisita elaboración (de ahí que repitiera) y me dejé llevar por los sabores latinos que golpeaban mis papilas gustativas al ritmo de la música.

Después del cocodrilo, ni mi paladar ni mi sentido común dudaron un instante; pagué el precio que me pedían (otros cinco euros) y saboreé una de las carnes más tiernas que haya probado nunca, de una textura cremosa increíble. En contra de las leyes de la naturaleza, el canguro derrotó al cocodrilo.

La música de fondo, la gente paseando o sentada comiendo, disfrutando, riendo, bailando. En el centro del recinto, un imponente puesto servía mojitos, caipirinhas y caipiroskas al ritmo de una pegadiza melodía latina, pero antes me decanté por Francia y su dulce olor a crepes y chocolate. Me acerqué solo por el furor que lo rodeaba, ya que no me considero muy “chocolatera”.

 

bottom of page